domingo, 15 de diciembre de 2013

El duende cantor



El duende cantor
 
 

- Navidad, Navidad, dulce Navidad…
- ¡Que alguien calle a este duende cielos santos! - Si vuelvo a escuchar una vez más esta canción, enloqueceré.
Tilín, el duende cantor, hacía su trabajo con mucha alegría y por eso cantaba todo el día. El problema era que cantaba siempre la misma canción.
Todos estaban aburridos de escuchar siempre lo mismo, incluso Papá Noel.
- Hable con él – Suplicó un duende a Papá Noel- dígale que aprenda otra canción ¡Por favor!
- No quiero lastimar sus sentimientos –contestó
- Pero se están lastimando nuestros oídos ¡Haga algo por favor! ¡Encima de todo, desentona el pobre!
Papá Noel llamó a Tilín. No quería decirle que desafinaba y que todos estaban aburridos de escucharlo cantar, pero por el bien de todos, algo debía decirle (Tilín venía cantando).
- Haz un poco de silencio hijo, necesito decirte algo.
- Soy todo oídos –contestó Tilín
- Yo no estaría tan seguro… eh, quiero decir que estoy seguro que otras canción has de saber ¿no es así?
- No, no es así- Contestó Tilín-
- ¡Caramba, caramba! Pero puedes aprender otra.
- No gracias, me gusta ésta, pero si quiere podría cambiar el ritmo ¡Buena idea! Le cambiaré el ritmo- dijo Tilín y se fue
La mañana siguiente comenzó en silencio, los duendes trabajan tranquilos, hasta que de pronto, comenzó a escucharse una guitarra y la voz de Tilín:
- Navidad, Navidad… dulce Navidad (en tono de zamba).
- ¿Dónde se ha visto un duende con poncho y guitarra? –preguntaban unos.
- Si al menos afinara… -Decían otros
Tilín vio que el cambio de ritmo no había tenido mucho éxito, pero no se desanimó. Por la tarde, apareció con una guitarra eléctrica, sin el típico gorrito verde y con los pelos parados.
Al ritmo de un alocado rock, comenzó nuevamente.
- Navidad, Navidad … dulce Navidad
- ¡Basta por Dios! ¡Basta! Ya no aguanto más – Gritó el duende más anciano.
Tilín dejó la guitarra eléctrica, se puso nuevamente el gorrito y con los hombros bajos se alejó del taller.
- ¿Era necesario ser tan duro con el pobrecito? Mire cómo se va arrastrando los pies ¡Cuánta crueldad!
- A usted tampoco le gusta como canta ¿O me va a decir que sí ahora?
- Y no, la verdad que no me gusta, pero es un niño…
- Si, un niño que canta muy mal y como si esto fuese poco, siempre la misma canción.
- Seguro que lo frustró, ahora no va a cantar más.
Antes que el anciano duende pudiera alegrarse, volvió Tilín esta vez con un saco arremangado, bermudas, lentes de sol y una gorra con la visera puesta hacia atrás.
A ritmo de rap comenzó:
- Navidad… Navidad… dulce Navidad…
Entró Papá Noel y casi se le cae la barba de la sorpresa. El niño no se daba por vencido, cada vez cantaba peor y por diferente que fuera el ritmo, la canción era siempre la misma.
- Algo debo hacer, si este niño no se calla me quedaré con el taller vacío.
Pensó muy bien qué decirle, no quería quitarle la libertad de expresión, pero tampoco tenía intenciones de seguir escuchando la misma melodía toda la vida.
Por la noche y antes de desearle a Tilín que soñase con los angelitos, se sentó al borde de su camita y le dijo:
- Mira Tilín, yo entiendo que siempre cantas la misma canción porque es la que más te gusta, todos tenemos una canción preferida, pero también hay muchas otras canciones que nacen del corazón.
El pequeño miraba a Papá Noel sin entender demasiado.
- Lo que quiero decirte es que tal vez, si buscas dentro tuyo, encuentres muchas más melodías que ésta ¿Por qué no buscas en tu corazón y tal vez encuentras alguna canción nueva y que exprese mejor tus sentimientos?
El niño se durmió y Papá Noel antes de cerrar sus ojitos pensó: “al menos lo intenté”.
A la mañana siguiente Tilín entró al taller en silencio. Todos los duendes lo miraban y se miraban entre ellos, aliviados y sorprendidos. De repente, una melodía diferente comenzó a escucharse: (Tilín cantando suavemente)
- Por las dudas, no hagamos comentarios, a ver si se acuerda de la otra canción y vuelve con ella – Dijo el duende anciano.
- No es feo lo que canta realmente – agregó otro.
Por la tarde y las tardes que siguieron Tilín entonaba o desentonaba, mejor dicho, diferentes melodías. -
¿Milagro Navideño? -Preguntó un duende.
- Ningún milagro – Dijo Papá Noel muy feliz – Sólo dejó de repetir una melodía ya aprendida de memoria y que creyó que era su preferida para buscar una propia. Encontró en su corazón su propia música, ni mejor, ni peor, propia y única.
Y fue así, que cada duende comenzó a cantar y no necesariamente bien, pero sí con sentimiento y el taller de Papá Noel se convirtió en un coro de duendes. Único e irrepetible, como la canción que cada uno de nosotros lleva en el corazón.
Fin

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