LA LEYENDA DE LA LAGUNA DE PACUCHA
Pacucha significa “laguna dorada” (paqu=dorado, qucha=laguna), según muchos turistas,
es la más hermosa de todas las lagunas del Perú.
En tiempos antiguos, los habitantes de Pacucha eran un pueblo con abundante produc
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ción en maíz y papa, pero con el correr de los años creció la población y comenzaron a cons
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truir más casas. Ya no les alcanzaba terreno para sembrar, entonces comenzaron a llevar la tierra
encima de las piedras planas para plantar alguna semilla. Los habitantes se habían convertido
en unos envidiosos, herejes y mezquinos. Un día, el Señor decidió visitarlos, primero llegó a la
casa de un ollero, y le pidió:
—
Cuando en mi viaje quiero beber agua no puedo hacerlo, porque no tengo un jarrito.
¿Podrías regalarme una ollita de barro para beber un poco de agua en mi camino?
El ollero le contestó:
—
¡Sal de aquí, viejo apestoso! Mis ollas sirven para cambiar con maíces y papas.
El Señor continuó con su viaje, tenía los pies callosos y con heridas por las espinas y el
viaje largo; su ropa estaba gastada y sucia, la barba estaba crecida y llena de polvo del camino.
Al llegar a la casa de un zapatero, le pidió:
—
Mis pies están cansados y lleno de heridas por las piedras y espinas, ¿podrías regalarme
un par de zapatos?
—
¡Fuera viejo andrajoso! El cuero cuesta. Le gritó el zapatero
Continuó su viaje al centro de la ciudad, allí había un matrimonio, el cura terminaba de
celebrar la misa, salieron los casados, sus familiares y amistades para festejar en su casa porque
habían bastantes invitados.
Mientras las señoras se estaban afanando en preparar el almuerzo para los invitados, antes
que terminaran de hacerlo, el forastero apareció, y pidió comida:
—
Tengo hambre, decía el anciano.
Las señoras se molestaron y lo botaron a la calle.
—
¿Qué quieres, viejo apestoso? ¡Bótenlo! Suelten a los perros y báñenlo con agua caliente
y sucia, diciendo le echaron con agua sucia, riéndose.
El forastero salió triste y siguió caminando. En el trayecto encontró a una señora viuda que
estaba tejiendo una manta, llevaba a su hijito cargado en su espalda, con una ovejita al lado.
—
Tengo hambre, le dijo el viejito, pidiéndole comida a la viuda.
La mujer lo hizo pasar y el Señor le contó cómo le habían tratado en otras casas. La señora
le invitó machka, harina molida en el batán y el abuelito le dio las gracias sin haber comido. Le
pidió que le regalara una flor de su huerta para oler su aroma, y luego le dijo a la señora que se
fuera de este pueblo, porque iba a ser destruido. La señora le obedeció y cargando su bebe en su
manta y jalando su corderito, se dirigió hacia la zona de Andahuaylas. Pero antes de mandarla,
el anciano le pidió que cuando escuchara algún ruido, no se volteara.
Cuando la mujer estaba viniendo de las alturas de Wayrapata, escuchó un estrepitoso rui
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do y volteó para ver qué es lo que estaba ocurriendo; entonces el agua estaba saliendo desde
el medio de la población hasta llegar a la altura del cielo. Es así que la gente del casamiento
estaba hundiéndose, tocando sus instrumentos musicales y bailando, desde ahí todo el lugar
se convirtió en laguna.
Dicen los que viven alrededor del pueblo que escuchan en medio de la laguna, en luna
Llena y a medianoche, el sonido de la campana y el baile del matrimonio. A veces escuchan en
la medianoche a la sirena que canta así:
Ya mi voy a ir de este pueblo,
voy a tomar me desayuno en San Jerónimo.
Voy a almorzar en Andahuaylas y
voy a cenar en Talavera.
Según el comunero de Churrubamba, esa mujer es el cerro Wawachayuq Urqu, que quiere
decir, cerro con un hijo.
Dicen que la mujer en Wayrapata se ha convertido en una estatua o
illa
de sal. Ahora los
pastores dicen que las vacas al lamer están gastando la estatua de sal, que cuando termine de
disolverse toda la sal, entonces ese día va a ser el fin del mundo.
Los comuneros que viven alrededor de esta laguna, como Santa Rosa, Anccopaccha,
Machaybamba y Compuerta, se sirven de sus peces como el pejerrey para alimentarse; las toto
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ras que hay para la comida de sus vacas, y utilizan las aguas para la agricultura.
Los sabios de la comunidad comentan que no debemos ser mezquinos, sino buena gente,
si no, como Pacucha, puede pasar con nuestros pueblos. Los niños en las escuelas deben apren
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der a saludar a sus mayores, ayudar a los ancianos, a compartir sus productos con los forasteros,
a cuidar los manantiales y montes. Así viviremos bien.
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