La sexualidad humana es, pues, algo más que conseguir un orgasmo rápido. Es parte de una relación profunda entre dos personas, el inicio de un proyecto común que, partiendo de lo corporal, termina en una fusión psicológica, cultural y espiritual. La función básica de la sexualidad en la naturaleza es asegurar la continuidad de la especie por medio de la reproducción, pero en el género humano es algo más.
La sexualidad es parte del amor, y el amor conduce al perfeccionamiento de la persona y a la verdadera felicidad. Para que la sexualidad sea satisfactoria y surja el amor es necesario saber controlar el deseo. De nuevo, como ya hemos indicado en otros capítulos, la inteligencia es la herramienta que nos permitirá alcanzar éxito en esta misión, compleja y esforzada, pero que ofrece una magnífica recompensa.
La sexualidad es una parte del amor, pero no es lo mismo que éste. Como dijo el actor estadounidense Groucho Marx « ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?». Esta frase, pronunciada en tono de broma, esconde una gran verdad: el sexo por sí solo no es más que un impulso del instinto. Por el contrario, el sexo con amor forma parte del camino hacia el desarrollo humano en el ámbito de la pareja.
La relación de pareja debe apoyarse también en la educación de los deseos. La relación sexual entre el hombre y la mujer ha de ser plena, placentera y satisfactoria. Hay que evitar los tabúes y la represión. Al mismo tiempo, hay que saber que el sexo no es lo único. Es necesario un proyecto, un compromiso y una verdadera compenetración. Los dos miembros de la pareja deben llegar a conocerse, fundirse en una sola personalidad con un objetivo vital común. La afectividad, el cariño y la confianza son fundamentales.
La contención es importante en la vida sexual de la pareja. Forma parte de la educación del deseo, y permite disfrutar de una sexualidad más completa, por cuanto hace que entren en el juego elementos como el autocontrol, la voluntad y el dominio sobre los impulsos. Las personas que se dejan gobernar por sus deseos terminan siendo infelices, neuróticas y se convierten en egoístas incapaces de mantener una verdadera relación comprometida.
Hay que tener en cuenta que la sexualidad no es un fin en sí misma, sino parte de un entramado.
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