viernes, 6 de diciembre de 2013

LA HISTORIA DEL AMOR




El amor ha sido una de las fuerzas que ha movido a la humanidad a lo largo de la historia. La literatura, el arte, la filosofía, la música y hasta la ciencia han tenido el amor como uno de sus temas centrales. En el amor, en sus planteamientos y formas, se puede estudiar el carácter profundo de una cultura.
En nuestra tradición cultural occidental fueron, por supuesto, los filósofos griegos los primeros en estudiar detalladamente la naturaleza del amor. Entre sus conclusiones destaca la tesis de que el amor surge primero de un deseo físico, pero que luego se perfecciona en una relación más profunda caracterizada por el afecto. El amor y el afecto no se distinguían claramente, y lo que hoy llamamos amor (en su sentido de relación de pareja, amor erótico) era más bien considerado puro deseo sexual.
El cristianismo elevó el amor a la categoría de valor universal. El amor, tanto a Dios como al prójimo, es la máxima expresión del carácter humano y lo que verdaderamente nos convierte en seres superiores. El amor sería una suma de virtudes, como bondad, compromiso y generosidad. La idealización del amor cortés en la Edad Media corrompería en parte este concepto superior, al iniciarse un «vaciado» de la relación de pareja que alcanza su «cumbre» en los últimos compases del siglo XX.
En diversas obras como El arte de amar, de Ovidio, o El collar de la paloma, de Ibn Hazm de Córdoba, se habla del amor, pero no tanto en su faceta de entrega y renuncia, sino en planos que van desde la sensualidad a la distancia. El amor que predican estos libros, y otros parecidos, está más en la línea del hedonismo, aunque todavía se buscaba un contenido humano. El Renacimiento proseguiría en esta línea y se iría alejando del concepto de amor pleno de la tradición cristiana original. La Celestina, y más tarde Romeo y Julieta, son los precedentes de un nuevo concepto de amor que se va desarrollando poco a poco hasta llegar a la definición del amor del primer gran filósofo moderno, Descartes.
Para el pensador francés el amor era una de las pasiones fundamentales del ser humano -junto al deseo o el odio, entre otras-, y estableció su famosa máxima: «El corazón tiene razones que la razón desconoce». El enciclopedista Diderot llegó aún más lejos con una frase que, en nuestra opinión, es absolutamente errónea, pero que da buena fe de la forma de pensar de la Ilustración: «Se dice que el deseo es fruto de la voluntad, pero lo cierto es lo contrario: la voluntad es fruto del deseo». En suma, se había llegado a la culminación de un proceso intelectual que separaba el amor del intelecto, como si fueran aspectos independientes.
Esta lógica, equivocada en nuestra opinión, condujo paso a paso al desarraigo del fin del milenio. El amor, elaborado como pasión exaltada por los autores románticos, devino sentimiento vacío, expresión del hedonismo apresurado, y quedó privado de su verdadero valor como herramienta para alcanzar la plenitud del espíritu.
En la actualidad vemos los resultados de todo ello: una multitud de personas desorientadas, dominadas por el consumismo y privadas de felicidad. Todo el mundo nota que algo va mal, pero no sabe decir exactamente qué. Es hora de efectuar un giro, de realizar un esfuerzo de superación tanto personal como social.

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