Hemos descrito los anti-valores de la sociedad moderna, y hemos hablado también de sus efectos sobre el individuo pero, ¿qué pasa con la pareja? El objetivo fundamental del amor humano es la relación de pareja que lleva a la constitución de una familia. La modernidad, con su carga de hedonismo, también se ha llevado eso por delante.
Siguen existiendo parejas, es cierto, pero a menudo es sólo una imagen engañosa. Sometidos a la satisfacción sin control del deseo, cada miembro de la pareja es en realidad un individuo aislado, dominado por su propio egoísmo y despreocupado del otro, al que sólo valora en tanto que objeto de placer. Por eso son tan comunes las parejas de corta duración, los «noviazgos» de quita y pon, el intercambio constante del ser supuestamente «amado» por otro, pues no se valora la interioridad, sino sólo el envoltorio exterior. La pareja moderna es frágil, pues su sustrato es el deseo de pasarlo bien y disfrutar y si no, de cambio. La ruptura, para la que se está predispuesto, es su «alma». Sin embargo, el amor es algo más que unirse dos personas brevemente para satisfacer el impulso sexual.
El egoísmo, unido a la ética relativista tan en boga, ha concluido en un periodo de subjetivismo que refuerza aún más todo lo antedicho. Es el dogma del «todo vale, si me apetece». No hay más valores que los que a uno le sirven en cada momento, y no existen las referencias fijas. Todo se puede cambiar a conveniencia, sin pensar en los demás, y sin pensar siquiera en uno mismo. Indiferencia ante lo que afecta al prójimo y una intensa ansiedad interior son los nuevos «sentimientos».
Todo ello repercute en el ánimo del ser humano, que se siente infeliz a pesar de tener sus deseos cubiertos, pero en el ámbito de las relaciones de pareja las consideraciones son más graves, por cuanto afectan a otra u otras personas. La situación es aún más grave en el caso de parejas con hijos, pues ,u conducta repercute en la educación de estos y en la formación de su personalidad, y las consecuencias son muy dolorosas si se llega a producir una ruptura. Esto no es materia teórica: es algo que podemos observar casi a diario.
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