No sé si nos hemos dado cuenta de que el mundo actual, del cual todos somos parte, apunta cada vez más al secularismo, y lo hace de una manera tan sutil que hasta los que hemos nacido y crecido con instrucción religiosa quizás no nos hemos fijado desde cuándo Jesús ya no es el motivo visible de la Navidad; mucho menos de que su presencia a menudo no es ya el centro de nuestras vidas. ¡Qué triste!Mis queridos hermanos: ¡Un saludo de Navidad! Que todo lo bueno que el Nacimiento del Niño Jesús trajo a nuestras vidas se renueve, mientras esperamos con gozo la gran celebración de su Nacimiento el próximo 25 de diciembre. Y sobre este tema quisiera que reflexionáramos.
Por tanto, recordemos que la Navidad es una de las fiestas más importantes que celebra el cristianismo, junto con la Pascua de Resurrección y Pentecostés: el Nacimiento de Jesucristo en Belén. Y me pregunto: ¿Dónde está el pesebre de Jesús en nuestro alrededor? ¿Donde está escrita la expresión “Feliz Navidad”, que hasta hace unos años se veía por doquier?
No sé si a ustedes les pasa lo mismo, pero yo me identifico hoy más que nunca con aquel pasaje de la Escritura que dice: “Me consume el celo por tu casa” (Salmo 69,9). Quizás sea este el tiempo más adecuado para preguntarse: ¿Dónde esta Jesús en mi vida? ¿Cuán importante es realmente Él para mí?
¿Qué hacemos al respecto? Pensemos, pues, si tenemos en nuestro calendario un tiempo reservado para el Señor de manera diaria, con lectura meditada de su Palabra, que más que instrucción es realmente fuente de vida y renovación de fe. De la larga lista de personas que tenemos para regalar, de las acostumbradas visitas a centros comerciales, ¿tenemos acaso separado un tiempo para la Misa de Navidad?
Casi todos creemos en Dios, pero nuestra creencia tiene que manifestarse de manera viva. O somos cristianos de verdad o no lo somos. ¡Procuremos caminar como hijos de la luz! Si no vivimos demostrando amor, si seguimos respondiendo que nuestro “signo” es uno de los del Zodíaco y no proclamamos rotundamente la cruz de Cristo Jesús, si deseamos “Felices Fiestas” en vez de “Feliz Navidad”, si no hacemos todo el bien que está a nuestro alcance y pensamos solo en nosotros mismos, en realidad no estamos honrando a Dios.
En fin, el camino hacia Dios, aunque sea rocoso, es el único que nos lleva a la vida. Y si de verdad creemos en Él, no podemos seguir las tendencias del mundo y vivir como si no creyéramos. Si planeamos una fiesta de Navidad, que no se nos olvide unirnos en torno a Cristo Jesús, darle gracias y reconocer que Él es nuestro primer invitado de honor.
Que esta Navidad traiga a nuestras vidas a quien realmente necesitamos: a Dios. Que sus promesas nos animen a vivir de una manera diferente, que apreciemos el valor de su sangre en la cruz, para rechazar toda tendencia secular mundana, y que florezca en nosotros el espíritu de bondad y generosidad, rico en amor y dotado de toda la paciencia que recibimos en el Bautismo. Recordemos que para estar de pie en la vida, tendremos que estar de rodillas ante Dios.
Que Dios les conceda su paz inmensa en abundancia. Seguimos unidos espiritualmente por la oración. ¡Feliz Navidad a todos!