Cuántas veces nos creemos dueños de la verdad sentados sobre un pedestal de donde nadie nos pueda bajar sin escuchar razones, con nuestro ego y nuestro falso orgullo seguros de nosotros mismos, sin un ápice de humildad creyéndonos perfectos, poderosos, semidioses viviendo en nuestro propio reino donde Dios no tiene cabida ni lugar, mirando el pecado ajeno sin revisar nuestra conciencia incapaces de perdonar....
A aquel que señalan con el dedo a...